LAS OBLIGACIONES HACIA EL SER HUMANO

ENUMERACIÓN DE LAS OBLIGACIONES HACIA EL SER HUMANO
– selección Simone Weil –

Explicación preliminar: Para Simone Weil el respeto que se le debe a los seres humanos depende de un punto que habita en cada cual y que pertenece al reino de lo impersonal, la forma preferida por ella para referirse a Dios.

Ese punto conlleva el peso de lo que es al mismo tiempo «infinitamente pequeño mas transfinitamente grande» – la forma específica de la acción divina, único modo que Dios se permite a sí mismo de intervenir en los asuntos humanos siendo que su amor le hace retraerse de la omnipotencia con tal de que dispongamos de libertad para reciprocarle; así es cómo la libertad aparece como condición necesaria para que el amor, la verdad y la justicia florezcan – esos fines asimilables al bien, que es «Dios», y que no deben ser confundidos con los medios.

(Vamos a estar lidiando, en efecto, con el problema casi siempre ignorado de la confusión entre medios y fines  – en lugar de con el problema más generalmente considerado de los fines como justificación de los medios.)

Subraya la importancia central de desarrollar la atención como preocupación principal de la escolaridad. Es ésta la facultad que permite a los seres humanos trascender radicalmente las relaciones de fuerza que ejercen su dominio sobre el reino de este mundo, donde adoramos con creces a la Gran Bestia (de la que hablaba Platón) bajo la forma del estado – nuestro falso dios (se le asemeja en que, siendo nosotros mismos, es mucho más que nosotros también).

Merecemos respeto gracias a ese punto impersonal que une a cada uno de nosotros con el verdadero Dios. Pero la única forma de demostrar ese respeto es mediante actos que tienen como objeto el bienestar, físico y espiritual, de la persona humana. Ese respeto hacia el elemento impersonal en cada cual busca crear condiciones que mejoren las posibilidades de las personas de enraizarse en este mundo, de forma tal, que el ser pueda satisfacer sus aspiraciones hacia la justicia, la verdad, el amor, y la belleza. Lo que más atrae en este pensamiento de ella es esto: que a pesar de que, paradójicamente, el desarraigo puede igualmente otorgarle a los seres humanos las experiencias que le permitirán «decrearse» [o “descrearse”] hasta aquel punto en el cual el alma se ve sustraída a las fuerzas de la gravedad para acceder a la comunión en Dios, nuestras obligaciones hacia nosotros mismos y hacia los demás exigen el compromiso de ayudarnos los unos a los otros a trascender nuestras limitaciones como criaturas por medio de la contemplación jubilosa de la belleza de este mundo; por medio de un trabajo amoroso y cargado de sentido que nos ayude a arraigarnos en una variedad de ambientes acogedores capaces de llevarnos a establecer el nexo «entre Dios y Dios» – entre Dios y el elemento impersonal que habita en cada cual: a conocer la gracia.

LAS OBLIGACIONES, dice Simone Weil, se basan en «LAS NECESIDADES TERRESTRES DEL CUERPO Y DEL ALMA».

«El cuerpo humano tiene sobre todo necesidad de alimento, de calor, de sueño, de higiene, de reposo, de ejercicio, de aire puro.»

Ni más ni menos y así de sencillo. Sin embargo, las del alma resultan algo más complejas e incluso casi siempre más difíciles de suplir. Así:

«Las necesidades del alma pueden en su mayor parte ser ordenadas por parejas que se hacen equilibrio y se complementan.»:

«. . . necesidad de igualdad y de jerarquía.»

[Apunta que lo que ofende la aspiración hacia la igualdad no es la existencia de jerarquías en sí, sino de jerarquías ilegítimas; en otro lugar explica que cuando un ser humano ocupa el justo lugar que le corresponde, es en su lugar – por muy insignificante que pueda ser el mismo – fuente de justicia y de armonía, de balance. Por supuesto que cada ser forma parte de muchas jerarquías distintas según la(s) sociedad(es) a la(s) que pertenece: lo importante es que en cada caso se encuentre justo en el lugar que le corresponde de acuerdo a las tareas a desempeñar. Pienso que la repugnancia de muchos espíritus libertarios ante la idea de jerarquización, como se detecta en Toffler, por ejemplo, es el resultado de una falta de percepción clara de esta verdad que resulta obvia tan pronto ha sido enunciada; nuestro problema no es que las jerarquías resulten inevitables, en muchos terrenos de la actividad humana, sino el hecho de que las maneras en que nos desempeñamos a la hora de distribuir las responsabilidades resulten tan inapropiadas.

Las jerarquías ilegítimas, sólo contempladas en la especie humana – habría que ver por qué — son las que le dan mala fama a la idea de la jerarquía en sí, que es algo que ocurre en las demás especies de forma natural y que siempre es legítima. Atribuyo la situación que vivimos de vernos gobernados en casi todos los ordenes por medio de jerarquías ilegítimas a las infinitas posibilidades de la mentira, que es sobre todo asunto de palabras y de un uso deshonesto, mañoso de las mismas…]

«. . .  de obediencia consentida y de libertad.»

[El alma acepta la obediencia cuando la autoridad es legítima, lo cual no es posible cuando el gobierno resulta de un golpe de estado ni en relación a un orden económico fundado sobre el dinero. Limitantes legítimas de la libertad. Así, no habrá orden posible fuera del contexto del respeto a un derecho legítimamente establecido, que se reconoce como tal].

«. . .  de verdad y de libertad de expresión.»

[Advierte contra la propaganda y los venenos en el campo del pensamiento pero insiste sobre la necesidad de crear espacios en los que el pensamiento pueda desarrollarse sin que ninguna autoridad la limite].

«. . . de soledad e intimidad; por otro lado, vida social.»

«. . . de propiedad personal y colectiva».

[Hace una distinción entre el dinero y «objetos concretos» tales como casa, campo, muebles, utensilios, que el alma contempla como una prolongación de sí misma y de su cuerpo. Bochornosa como la esclavitud resulta que existan quienes no tienen acceso ni a un tipo ni otro de propiedad, pública o privada].

«. . . de castigo y de honor.»

[El castigo es la «reintegración en el bien» y debe ser infligido de forma tal que el ser reconozca su justicia, tras lo cual la honorabilidad de la persona debe ser plenamente restituida].

«. . . de participación disciplinada en una tarea común de utilidad pública y . . .de iniciativa personal en esa participación.»

[Donde el orden y la justicia, como siempre, se ven servidos por el simple hecho de que cada cual, dentro de las distintas jerarquías en las que se mueve, ocupe el lugar que legítimamente le corresponde según sus dotes.]

«. . . de seguridad y riesgo.»

[Si bien el aguijón de la necesidad oprime, es necesario, para un balance natural de la persona, cierto elemento de riesgo, siempre y cuando no se haga necesario vivir sometido al pánico ontológico de verse con el vacío bajo los pies: la ausencia de toda seguridad es otro de los grandes males del alma.]

«El alma humana necesita por encima de todo sentirse arraigada en varios ambientes naturales y comunicarse con el universo a través de ellos… La patria, los ambientes definidos por la lengua, por la cultura, por un pasado histórico común, por la profesión, la localidad, son ejemplos de ambientes naturales… Es criminal todo lo que tenga por efecto desarraigar a un ser humano o impedirle que pueda echar raíces.»

[Estos ambientes naturales, como se constata a diario y como ella demostró –sobre todo al hacer el inventario de los dones de la civilización cátara, arrasada por los principados del norte de Francia en connivencia con el papado: tan pronto los cátaros se negaran a pagar impuestos y a darle su diezmo a la iglesia de Roma, ésta se alió a los principados del norte para acabar con la resistencia cátara – tales ambientes, muy específicos y sui generis, poco tienen que ver con el espíritu de conquista de la pujante nación estado que le sustituye a lo concreto, tangible del lugar, una cierto número de abstracciones muy manipulables para los efectos de la propaganda y de la coerción].

* Extraído de su «Estudio para una declaración de las obligaciones hacia el ser humano,» subtítulo de L’ENRACINEMENT, reeditado en 1996 por la editorial Trotta de Madrid. Gallimard ya editó su obra completa. Ver texto completo de esta sinópsis publicada en Escritos de Londres y últimas cartas en la Antología Simone Weil, Profesión de fe, corregida y aumentada para el Instituto Simone Weil.

(via) Instituto Simone Weil

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